domingo, 17 de enero de 2010

El culpable en Haití. El primero en independizarse y el ultimo en ser Libre


Para comprender un poco mejor la cuestión haitiana tal vez haya que remontarse a un par de siglos atrás: fines del siglo XVIII y principios del XIX, el pueblo de la isla La Española comienza a caminar la senda de la independencia. Así, en 1804 Haití fue el primer país en independizarse. Pero como decimos que Cuba fue el último país en independizarse y el primero en ser libre (o como dice el SuB. Marcos) podemos decir que Haití fue el primero en independizarse y el último en ser libre, muy a duras penas, si se lo puede considerar un pueblo libre. Es que Haití comenzó a caminar su historia con el pie izquierdo: el primer país en independizarse y nada más y nada menos que del imperio Napoleónico. Imagínese ud. que vergüenza: el avanzado imperio Francés de don Napoleón Bonaparte es derrotado por un grupete de negros y mulatos en una islita de esclavos algodoneros. Esta hazaña no sería perdonada jamás. Pero la historia de Haití continúa dando pasos en falso y en 1804 Jean Jacques Dessalines, quien concreta la independencia (el verdadero héroe de la independencia Haitiana es otro, pero Dessalines es quien la concreta), se declara Emperador de Haití.
Luego la historia del país negro continúa turbulenta como la de todos los países latinoamericanos practicamente, guerras civiles y enfrentamientos internos por el poder; con la desventaja de que todos los grandes imperios veían en Haití una figurita de esas que en el álbum se sabe que son difíciles por lo que significan, pero a esta figurita la estaban regalando porque con tanto problema interno EE.UU. vio en 1914 una oportunidad majestuosa para aplicar la querida Doctrina Monroe e invadir el país. Y Haití siguió ocupada hasta la década del 30. Pero no se crean que en ese momento el pueblo haitiano recuperó su independencia (¿alguna vez la tuvo?) porque en Haití, como decía alguien una vez, más que el voto puede el veto y en la década del 50 Estados Unidos puso a otro dictador, bastante famoso: Papa Doc, que se atribuyó la presidencia vitalicia y recibió armas y oro del norte. Como si fuera poco, está la secuela porque después del padre vino el hijo (Baby Doc). Y así la historia de Haití sigue y sigue, golpe, democracia, golpe. Peor aún, en los 80 gana un cura alineado con la teología de la liberación: Jean Bertrand Aristide que como pudo intentó resistirse a los postulados neoliberales y del FMI pero a la pequeña elite haitiana y a los grandes dirigentes mundiales eso no le gustó nada y cuando parecía que a América Latina le tocaba la época de las "democracias" (esas democracias falaces de los 90) los Estados Unidos hacen otro golpe de estado en 1990 y ponen a Raol Cedras. Aristide va y viene, disputa con la oligarquía y finalmente en Haití desde hace un par de años que hay "elecciones". El actual presidente Renè Preval continúa la línea progresista de Aristide, entre enfrentamientos armados en las calles y una misión de las Naciones Unidas para "pacificar" al país (MINUSTAH) que deja mucho mucho que desear. Tal vez la MINUSTAH debería replantearse las bases y condiciones y en vez de intentar pacificar al país para solucionar la cuestión haitiana haya que pacificar a las elites y a los grandes grupos dominantes que les conviene el caos en Haití: así es el capitalismo parasitario; estados débiles (fallidos en este caso) son más fáciles de controlar y más dominables para las multinacionales que instalan fábricas que contratan trabajadores con sueldos miserables por jornadas eternas. Pero pedir eso es ser idealista; y cuando parecía que el pueblo haitiano no tenía nada que perder y mucho que ganar nos dimos cuenta que siempre hay algo que perder y un terremoto mató a 100.000 personas. Obviamente nadie controla la naturaleza (hasta donde sabemos, ¿no?) pero cuando los poderosos del mundo se encaprichan con algo parece que hasta tienen el poder de controlarla.

Mariano del Popolo Fjc Quilmes