miércoles, 24 de febrero de 2010

La luz de la enseñanza


Por Nuria Barbosa León (*)

La Habana (PL) La Revolución cubana ha desarrollado una cruzada contra el analfabetismo dentro y fuera del país, y han sido jóvenes los protagonistas de esos sucesos.

Un primer llamado masivo para iniciar el proceso pedagógico en la Isla ocurrió el 22 de abril de 1960, cuando el líder de la Revolución, Fidel Castro, habló de la necesidad de formar maestros porque más de 600 mil niños carecían de escuelas y 980 mil adultos eran iletrados.

Los inscritos para iniciar aquel esfuerzo sumaron más de cinco mil y la preparación pedagógica se concibió en un curso de tres meses, en las montañas de la Sierra Maestra, en cinco campamentos rústicos: El Coco, El Roble, La Magdalena, El Meriño y El Central, ubicados en el lugar conocido su clima como Minas del Frío.

Una de aquellas iniciadoras, Lucila Hechevarría Jersey, contó a Prensa Latina que es natural de Santiago de Cuba e integró el primer contingente.

Para ello tuvo que superar el rigor paterno y enfrentarse a los prejuicios familiares, reveló la entrevistada para quien primó la voluntad de imitar la heroicidad de quienes integraron el Ejército Rebelde comandado por Fidel Castro.

Acerca del curso recibido, relató que dedicaban tres días a la semana a recibir metodología de la enseñanza en diferentes asignaturas.

En los restantes desarrollaban actividades productivas como la siembra de alimentos para el autoconsumo, el acondicionamiento y limpieza del campamento, el traslado de avituallamientos, e incluso, aprendieron a cocinar y a servir de mensajeros en la entrega de la correspondencia.

En tanto, Edda Antonia Jiménez Pérez, otra de las jóvenes estrenadas entonces en el magisterio, relata que se movilizó con el segundo llamado pero por problemas de salud fue llevada de vuelta a su casa y luego se incorporó al tercer grupo.

También Andrea Iznaga tuvo que esperar por el ansiado telegrama y participó en el tercer contingente de maestros formados en Minas del Frío.

Hace 50 años, aquellas muchachas eran veinte añeras y ninguna imaginó lo dura que podía ser la vida en las montañas.

Hoy narran las peripecias de aquellas largas caminatas, con mochilas cargadas de alimentos y otros elementos esenciales para sobrevivir desafiando a la naturaleza.

Coinciden en que la prueba más difícil fue el ascenso al Pico Turquino, con mil 974 metros sobre el nivel del mar, considerado el lugar más alto de Cuba y ubicado en la oriental Sierra Maestra.

Aseguraron que tuvieron que cuidarse mucho para no caer en la subida y bajada, que por momentos tuvieron que hacer a gatas, apoyadas de las ramas de los árboles y con el uniforme mojado por las lluvias.

Una vez graduadas se ubicaron en diferentes puntos de la geografía cubana.

Hechevarría recuerda que su primera aula radicó debajo de un árbol y como asientos usó piedras en el Cuartón del Almendrón, en la también zona montañosa oriental de El Uvero.

A partir de ahí se inició la construcción de la escuela, sin paredes, con horcones de maderas que sujetaban el techo de yagua, refirió.

Iznaga fue designada a la finca San Ambrosio, en el macizo montañoso del Escambray, en el centro del país.

Allí continuó la obra iniciada en aquella región por el maestro voluntario Conrado Benítez, quien con sólo 19 años de edad fuera asesinado el 5 de enero de 1961 por una de las bandas contrarrevolucionarias que fracasaron en sus intentos de aterrorizar a campesinos y alfabetizadores.

En tanto, Edda Antonia Jiménez Pérez, evocó que por propia voluntad se fue a la occidental Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud).

Valoró a esas primeras escuelas como lugar de aprendizaje de aritmética, escritura y lectura, que se complementaba con charlas sanitarias para mejorar hábitos higiénicos, además de conversaciones sobre Historia de Cuba y las epopeyas protagonizadas por los mártires.

De las vivencias en sus primeras aulas, rememoraron cómo cosieron libretas utilizando papel de envolver y confeccionaron zapatos de tela, para no tener alumnos descalzos en la clase.

Además, se incorporaron a las labores agrarias junto a los campesinos o en las tareas hogareñas de las familias que las hospedaban.

Aquellas primeras maestras voluntarias prepararon las condiciones para la llegada masiva de los alfabetizadores en el año 1961 y fueron sus orientadores, a la vez que acometieron tareas extras de inmediatez como fue el censo de población y las primeras campañas de vacunación.

La Revolución declaró a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo el 22 de diciembre de 1961, pero la experiencia fue repetida.

Aquella experiencia fue la génesis del método pedagógico de alfabetización cubano "Yo si Puedo", galardonado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en el 2006 y que actualmente es aplicado en más de 30 países.

La VIII Cumbre de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) reconoció en diciembre último que hoy en el mundo existen 860 millones de analfabetos absolutos, el 98,5 por ciento de los cuales se concentra en naciones del tercer mundo y de ellos 42 millones viven en Latinoamérica.

Hasta el momento, con campañas que aplican "Yo si puedo", se han declarado libres de ese flagelo tres países miembros del ALBA: Venezuela, Bolivia y Nicaragua.

(*) La autora es periodista cubana, colaboradora de Prensa Latina y amiga de la Fede de Quilmes